Nos queríamos. Eso nunca lo habíamos puesto en duda. Lo que no sabíamos era qué teníamos que hacer para no destrozarnos la vida uno al otro de una manera tan dolorosa y brutal que nos dejábamos el alma partida.
¿Por qué no admitimos que esta relación es una mierda, pero seguimos adelante? ¿Por qué no admitimos que nos sacamos de quicio mutuamente, pero que no podemos vivir el uno sin el otro? Así podríamos pasar el resto de la vida juntos, hundidos en la miseria, pero contentos de no habernos separado.

 

Los defectos que impiden seguir a delante, de hecho no radica en los defectos en sí, si no en el capricho de la resistencia. 

Si es que así nacimos y así hemos de morir, por consiguiente tendríamos que ser aceptado con todo ello, hay un día en la vida que uno debe madurar por mérito propio y salirse del capullo que nos amarra a lo "malo". Por puro orgullo se hace necesario poner en la balanza cada una de la materia en cuestión y así valorar lo que sale sobrando, lo que no aporta más que negatividad. 

Eliminar no es suficiente si en el interior conservas avaricia por hacer ley ante cualquiera, avaricia de autonomía que se transforma en capricho de personalidad insegura.

Fecha no hay, pero si un evento especial que te haga caer, que te haga renacer. A veces, casi siempre, te hará sufrir. 

Y si vas a volar que sea con la necesidad de sentirte libre, que la sangre no te detenga y que el camino se disfrute con cada aroma inhalado.
Que no determine tu altura y la incapacidad para direccionar las confusiones que los cielos disponen.

Cuando estés susceptible hazlo y no mires a tras. No hay necesidad ya de refugiarte en la necedad de pertenecer al nido de la mediocridad.